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Soltar para sanar (en medio del silencio)

"Soltar, soltar, soltar. Soltaaaaar". Esto es lo que me digo cada que me abruma el dolor, un dolor que me he guardado por tantos años y solo de noche me ataca, y lo hace cuando todo el mundo está dormido o ya la gente está en un punto del día donde su único pensar es dormir y descansar, mientras yo, yo me encuentro en un ciclo repetitivo que me aborda hace más de ocho años (mal contados) y que aún no me atrevo a soltar.

El dolor silencioso es un sentimiento maligno del cual no sabes en qué momento llega a tu vida y cómo obtiene tanto alcance cuando te encuentras solx. A veces la gente dice que el silencio es lo mejor para una persona. Yo pienso todo lo contrario. El silencio, en algún punto es curativo, especialmente si lo ves como un espacio donde hacerse preguntas, analizar tu vida y cuestionar el comportamiento de quienes fueron tus amigxs y ya no lo son, es bastante valioso porque llegas a comprender cómo de forma silenciosa la vida de las personas se ven afectadas minuciosamente por comportamientos ajenos que te hacen creer lo mejor para ti, pero luego, en ese mismo silencio, descubres que realmente lo mejor no era para ti sino para ellxs. Por otro lado, y por el cual odio el silencio, es porque cuando te encuentras solx, contigo y tus mil ideas rondando y sobre pensando todo en tu cabeza, te hace malas jugadas, llevándote al punto de creer que todo está mal, que todo lo que haz hecho no sirve para nada, que importas poco. Esto no es lo peor de todo, y John Cage ya lo confirmó con su canción/obra '4'33', una pista/performance que puso ante la humanidad para demostrar cómo el silencio es el peor de los sonidos. Oír todos los sonidos que produce el cuerpo es agotador, hostigante y agobiante. Y en ese silencio absoluto, fuera de que no aguantas lo que genera tu cuerpo por naturaleza, están los pensamientos. Y los pensamientos en medio del silencio, puede ser un apagón mental que te quiere hacer desaparecer por completo.

¿Pero cómo soltamos esto? ¿Cómo soltamos esos pensamientos que no nos dejan avanzar, sentirnos bien, y lo peor, cómo aceptamos algo que nos da tranquilidad, pero negamos esa misma 'tranquilidad' porque sabemos el caos que conlleva? Además, ¿cómo sanamos en medio del silencio cosas del pasado para seguir adelante?

Eso no va a pasar tan fácil, pero es claro que el mismo silencio, de la mano de los pensamientos son una realidad incomoda que hace cómplice al otro de forma negativa y destructiva. Es como la conspiración del silencio, esa misma que desde el hogar te hace creer que decir algo normal (para ti) puede ser una enfermedad, una envidia o una mentira, como la de la homosexualidad, la de la doble vida del progenitor separado que mantiene su nueva relación ajena a sus hijxs, la del hijx que cree padre a sus abuelos y hermana mayor a su madre, la del familiar que se pasa de mano contigo y no puedes decir nada porque la culpa podría ser tuya y se podría destruir todo. Y así es como el silencio nos lleva a estar contraídos, a frenar esos pensamientos que tanto nos abruma porque no sabemos si es malo o bueno. Lo bueno, en medio de todo esto, es que, así como el silencio destruye también construye. No tengo qué decir: me quedo en silencio, ya sea por alegría, tristeza o miedo. El silencio con amor construye, con miedo paraliza y con odio e indiferencia destruye. El conocimiento y gestión de estas emociones concierne al momento evolutivo, a la madurez y a la fuerza del ser, tanto si soy emisor como receptor de ese silencio, porque quizás, al final, solo desde mi experiencia se puede valorar o no el silencio.

El poder del silencio es evidente. Por todo ello banalizarlo es correr el riesgo a dejar actuar fuerzas que pueden ser destructivas lentamente y no dejarnos avanzar como queremos. Tal vez la clave sería entender que su manejo exige conocerlo, ser conscientes de él y dirigirlo con sensibilidad e inteligencia.